
A estas alturas seguramente ya viste o al menos escuchaste hablar de El Guasón, la nueva película de Todd Phillips. Aquí no vamos a hablar de la fantástica actuación de Joaquin Phoenix, aunque bien podríamos hacerlo, dado que su ejercicio artístico no se puede entender sin reconocerle su capacidad creativa e imaginativa para resolver el reto de darle vida a un personaje proveniente del mundo de la ficción. Si partimos de que la imaginación es una herramienta para resolver retos cotidianos, ten por seguro que la de Phoenix es mayúscula.
Para críticos, cinéfilos y seguidores, El Guasón va que vuela para convertirse en un clásico contemporáneo. Alrededor de su historia hay artículos que analizan el guion, las patologías del antagonista de Batman, que sin duda las tiene y varias -una de la más notoria es la esquizofrenia, de ahí que tenga lapsos en los que escucha una música o una voz en su interior-; e incluso, su discurso político. Sólo una buena película da para tanta discusión.
Sin embargo, pocos han reparado en la importancia de ver el filme desde la perspectiva de lo que Kieran Egan ubica como la quinta fase de la imaginación, llamada irónica o desenfadada, aquella a la que los adultos estamos invitados a poner en práctica. Este modo de imaginar permite abrir nuestras ideas a la duda y asumir la importancia de la flexibilidad intelectual.
En distintos momentos, El Guasón confronta al statu quo y cuestiona al sistema. Es un inadaptado y desde luego es víctima del abuso y ridiculización de quienes no aceptan al “otro, al diferente”. Pero, no sólo eso, hay testimonios de espectadores que aseguran que tras la secuencia en donde toma revancha de unos yuppies que lo golpean en el metro, los asistentes a la sala aplauden. Cómo estará la cosa que en Estados Unidos la cinta está clasificada para adultos, pues temen que incite a jóvenes a salir a la calle de manera violenta.
No hay duda de que la trama tiene un discurso social, crítico y provocador. No obstante, es imposible justificar la vía del crimen como una forma de rebelión. Ignoramos qué tan consciente era Todd Phillips de las “posibles” malas lecturas de su trabajo, pero lo cierto es que si tomamos la pieza de manera literal es fácil entenderla como una incitación a salir a la calle a protestar violentamente. Dudo mucho que ese fuere el objetivo del director.
En su libro Elástico (Paidós), el ex colaborador de Stephen Hawking, Leonard Mlodinow, nos propone un ejercicio de flexibilidad mental para incrementar nuestro horizonte intelectual y crítico: “(…) Luego de escribir algunas de mis creencias firmemente arraigadas elijo una e imagino que alguien me dice que esa creencia es falsa. Desde luego que no pienso que esté mal en realidad. Pero ese es precisamente el punto: cuando surge el instinto de rechazar la idea de que estoy equivocado, me encuentro en la posición de todos aquellos que, en el pasado, no lograron ser flexibles frente a los cuestionamientos que otras personas les hacían sobre las ideas que, al igual que yo, sostenían con firmeza. Entonces me esfuerzo y trato de ser abierto a la posibilidad de estar equivocado. ¿Por qué mantengo esa creencia? ¿Hay quienes no creen en ella? ¿Los respeto, o al menos respeto a algunos de ellos? ¿Por qué podrían haber llegado a una conclusión diferente? Trato de recordar las veces en el pasado cuando yo estaba equivocado respecto a algo, incluso a pesar de estar convencido de tener la razón. Cuanto más grande sea el error, mejor. El proceso me ayuda a comprender que el ajuste mental a un nuevo paradigma de pensamiento no es tan sencillo como parece.”
"Para ellos sólo eres un bicho raro, como yo”
- Guasón
La propuesta de Mlodinow implica buscar comprender a quien no piensa ni actúa como nosotros, claro que para eso lo primero es dudar de nosotros mismos y de aquello en lo que creemos. Vamos, lo que hacen los científicos todo el tiempo. Los avances de la ciencia se construyen a partir de las correcciones a las teorías de otros. La duda no sólo es necesaria, sino que es fuente de conocimiento.
Precisamente una de las mayores virtudes de El Guasón, es que nos provoca y cuestiona nuestros prejuicios y valores. No te sientas mal si en algún momento piensas, ‘¿cómo es posible que pueda tener empatía con un criminal así?’ No sufras, es natural sentir debilidad por el frágil y el enfermo, y no lo olvidemos, The Joker, lo es. Lo fundamental en dado caso es incorporar la elasticidad a nuestro pensamiento para marcar diferencia y aprender a partir de la experiencia.
No se trata de salir y reventar cristales, ni de marginar a los enfermos, todo lo contrario. Se trata de imaginar mecanismos que inciten a que el crimen no sea una opción de venganza para aquellos que se sienten ofendidos por su entorno. ¿Qué tal si vemos El Guasón como una película provocadora en términos de cambiar la narrativa hacia el enfermo mental, hacia el diferente y hacia quien piensa distinto? ¿Lo intentamos?
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